miércoles, 30 de noviembre de 2011

Allá por la Edad Media

 
Pasado el tiempo de guerreros, caballeros, mercenarios, que henchidos en gloria alzaban su rostro cabalgando, las fuerzas de los vientos se elevaban a sus pasos, mas los rayos de la luna salían a ser observados. El sol pasaba sus mañanas posado en un cielo blanco que engañaba a caminantes si las nubes, de mil colores, regaban hermosas flores en un suelo reacio y dejado.

Oyese el alegre trotar de los caballos, que enfrascados por el cansancio pastan verde prado en los campos. Y los señores de galanes, bien deben de ser respetados, pues con buenos ojos mirando, recompensan sus franquezas con buen alimento al año.

Pobre del ladrón que cometa menor estupidez y véase derribado por un golpe a su insensatez de cometer menor pecado, que no en vano a de pagar, con la mayor rapidez del guerrero dorado, venciendo al azar, en su lucha contra nuestro hermano.

Bien mirado se malvé, dueños de cortes, siendo sagrados, siendo caballeros alados, ponen sus pies a un lado y con valentía son enfrentados. Hazañas que son admiradas, por algunos son rechazadas, crean leyendas en libros, fantasías para los niños, que son acalladas y cada vez menos valoradas.
Héroes de los cuatro elementos, con corazas en sus pechos, elegidos por dioses y aclamados por el mundo entero, nacidos con un talento que da a titanes golpes de escarmiento.
Doncellas en todos sus reinos, que deben de rescatar, batallas en medio de campos, valor respiran sin más.
Hágase una reverencia por los señores mandamás, que a la historia llegaron, y por siglos recordados, años y años sus leyendas seguimos relatando. Y así, sin más, cuenta cuentos de los pueblos, con su entusiasmo sincero, nos cuentan todos sus cuentos: historias maravillosas, a la par de fabulosas, dándonos que asimilar si todo esto ocurrió de verdad.
Endiablados caballeros que montan caballos al vuelo, famosa su valentía, rechazando las cobardías de un mundo que sin remedio, que con malos o con buenos, hace ver que con el tiempo no será igual como en su día.


María José Cabuchola Macario

No hay comentarios:

Publicar un comentario